sábado, 3 de marzo de 2012

Los monstruos de tu infancia

He estado mucho tiempo sin escribir y sin visitar el blog. Y pido disculpas a los lectores. Hay una historia sin terminar (El pintor) que simplemente no he podido continuar escribiendo porque cada vez que me siento a escribirla, no se me ocurre nada bueno. Por ahora dejo un relato diferente que escribí a mano, en la calle, mientras esperaba algo. Simplemente empecé a escribir lo que me venía a la mente y resultó una historia que me gustó más de lo que esperaba. Espero que también les guste a ustedes:

Al fondo del corredor había una puerta. Siempre permanecía cerrada. Toda su vida, desde que era muy pequeño había querido saber que había tras esa puerta pero nunca había tenido el valor de acercarse y abrirla. Ni siquiera de acercarse y poner su mano sobre el pomo frío y oxidado. Pero la curiosidad siempre estaba presente. Un día siendo joven, le preguntó a su padre que había tras esa puerta. Este le respondió: “Tras esa puerta, hijo mío, hay una habitación donde están guardados los monstruos de tu infancia.” Se le heló la sangre al escuchar dichas palabras y por muchos años la curiosidad y las ganas de abrir la puerta desaparecieron en el olvido.
Muchos años después, ya muertos sus padres, decidió visitar la casa que había acogido su niñez. Se paralizó cuando, al subir las escaleras, se encontró al frente de la puerta, al otro lado del corredor. Los recuerdos llegaron a su mente como una avalancha. No supo por cuánto tiempo estuvo ahí quieto, repasando cada imagen, cada pensamiento relacionado con la puerta. Y luego recordó las palabras de su padre, casi tan reales y vívidas como si se las hubiesen susurrado al oído. Pero en su madurez se imaginó que los monstruos de su infancia no eran más que estúpidas figuras, temores de un niño sin aspiraciones, sin conocimiento de la vida. Entonces, por primera vez tuvo la fuerza para caminar hacia la puerta. Y aunque no debía tenerle miedo a lo que había allí dentro, no pudo evitar que su corazón empezase a palpitar fuertemente. Su mente se colmó de suposiciones, de complejas escenografías que se fueron a lo absurdo cuando tras la puerta encontró una habitación vacía excepto por un pequeño cofre en el suelo, algo que percibió como una decepción.
El miedo fue desapareciendo lentamente ante el inofensivo contenedor de madera. Se agachó junto a este y lo contempló. Parecía delicado y de gran valor, pero más que eso, inspiraba tranquilidad. Sentía que los monstruos que guardaban habían muerto o estaban en un sueño profundo pues el cofre no presentaba el más mínimo movimiento o vibración para indicar lo contrario. Cuando por fin se convenció que el cofre no guardaba más que los estúpidos temores de un niño inocente y su corazón latía normalmente una vez más, decidió que era hora de abrir el cofre y terminar con tantos años de curiosidad. Posó suavemente las manos sobre la tapa, con exagerada delicadeza, temiendo acaso romper el cofre. Apenas hizo esfuerza hasta escuchar un leve craqueo indicándole que estaba abierto. Entonces, de un solo movimiento tiró la tapa hacia atrás.
Se petrificó. Sus pupilas se dilataron hasta tener la visión borrosa. Sus ojos se quedaron estáticos y le resultó imposible desviar la mirada. Comenzó a llorar, gritando como un niño, un niño estúpido, el niño estúpido de temores absurdos. Cuando por fin pudo retomar el control de su cuerpo, corrió a la habitación de sus padres para encontrarse con una vieja cama vacía y cubierta de polvo. Ya no estaban allí para cuidarlo en las noches de temor. Entonces, apenas sintió que los monstruos de su infancia entraban a la misma habitación, se entregó sin oponer resistencia.
Por Camilo

6 comentarios:

  1. Está muy ingenioso, una narración simple y efectiva. Me gusta.

    Saludos

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  2. En la memoria mucho de nuestros monstruos gozan de buena salud,

    me encantó la descripción del final, hasta sentí el ¡Click! de la caja.

    Un abrazo. Que bueno el regreso.

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  3. El pasado siempre nos alcanza, transformado en lo que sea.
    Saludos!

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  4. Lucas Fulgi: Me alegra que le haya gustado la historia. Es verdad, el resultado es un relato simple pero abierto al concepto de cada lector. Gracias por comentar.
    Juan Ojeda: Y como gozan de buena salud, incluso siendo adultos nunca logramos enfrentarlos. Pero es algo bueno porque conserva la esencia de la niñez en todos nosotros. Gracias por comentar.
    Netomancia: Porque el pasado también es parte de cada uno y nadie puede escapar. Gracias por comentar.

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  5. Los monstruos de la infancia siempre están (en mi opinión). Tarde o temprano se los sobrepasa a pesar del miedo, o se los piensa para no tener que vivir a su sombra. O, por lo menos, se los enfrenta sin importar quien gane. En este caso, el protagonista resultó abatido, y sucumbió ante una pequeña veta arrogante que lo hizo perder.
    Me gustó mucho el relato, cada momento se saborea con intensidad.
    Un abrazo.

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  6. Sebastián Elesgaray: Y en el enfrentamiento de uno mismo contra los monstruos, las historias felices no siempre se cumplen. ¿Ya enfrentó usted a los suyos? Gracias por comentar.

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