lunes, 31 de octubre de 2011

Halloween

Dormía tranquilo todas las noches, excepto esa. Su peor temor. Ya era un adulto y sin embargo esa noche le atemorizaba más que nada.  En realidad, ser un adulto, o un ser racional, lo explicaba todo. Se retorcía en su ventana mientras observaba los desfiles en la calle. Niños, principalmente y uno que otro adulto, se vestían con trajes poco convencionales, soñando, por una noche, a ser el héroe, villano  o cualquier otra cosa que de otro modo no podían.  La afluencia, brillante de colores y parafernalia, los excesos pululando en un constante flujo de desfiles ocasionales, que iban de puerta en puerta, exhibiendo su indumentaria, en un ritual fantasioso, un intercambio de cantos por dulces.
Pero él no soportaba nada de esto. Tanta alegría, tanto color, rostros alegres manchados de caramelos alrededor de los labios. No aguantaba verlo. Nadie más podía entenderlo. Sólo él sabía lo que tanto le incomodaba. Sólo él conocía el verdadero secreto de esa terrible noche.
Mientras avanzaba la noche, el ritmo incesante de alegría se iba apagando. Nuevamente la soledad nocturna se apropiaba, como las otras 364 noches del año, dando paso a un silencio sepulcral. Y él, desde su ventana sufría cada vez más. El sudor frío comenzaba a brotar de su frente, sus manos comenzaban a temblar en un ritmo casi furioso. Y luego, justo antes de la media noche, como cada año, empezaban a asomarse por entre las agrietadas paredes de su ruinoso hogar. Los seres de otro mundo, ánimas de sufrimiento, desconocedoras de la tranquilidad y la felicidad, venían a su casa siempre, en una rutina maligna, a atormentarlo, a mostrarle lo que había más allá de las mismas puertas del mismo infierno, a susurrarle con voces inclementes y aterradoras los secretos que se ocultaban más allá de la muerte. Todo mientras sonaban las 12 campanadas. Cada una más agotadora que la otra, mientras él se retorcía en un rincón, tapándose inútilmente los oídos, cerrando los ojos sin poder dejar de ver el desfile de almas disfrazadas de atrocidades indescriptibles, gritando en coro pavorosas palabras. Y luego, mientras el eco de la última campanada se ahogaba en el tiempo, se quedaba de nuevo solo, llorando. Todo, ocurría cada noche, de la misma manera, ese 31 de octubre, en la noche de Halloween.

11 comentarios:

  1. Buen relato de una persona atormentada por sus delirios de las noches de Halloween.Tu personaje deberia no tener la conciencia tranquila.

    Me ha gustado mucho como describes cada momento del pasaje, acabo de conocer tu blog y me quedarè con tu permiso para seguirte.

    un fuerte saludo

    fus

    pd.si tienes tiempo te invito a que pases por mi blog.

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  2. A mi también me gustó la descripción, al leerlo sentí que me ovillaba contra la pared con el personaje.
    Es angustiante cuando tu tormento es un disfráz de medianoche, la soledad agiganta a todos los espectros.

    Excelente Camilo, para leer bebiendo palabra por palabra,
    Un fuerte abrazo.

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  3. Que buen relato... El miedo siempre presente, dando el contrapunto adecuado a una festividad que debería ser amena y alegre.
    Abrazo Camilo.

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  4. Magnífico. He disfrutado mucho leyendo este relato, por lo cual ya te tengo en mis favoritos.
    Por cierto soy josef, del Blog: Moderato_Dos_josef.
    Encantado de visitarte,
    UN abrazo.

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  5. Tienes buenos relatos, Camilo, y lo más importante es que mantienen un toque personal. Este blog va a crecer, ya lo verás...
    Un abrazo.
    HD

    PS: La limusina tenía dos sentidos, uno real, como vehículo donde suelen ir las estrellitas de cine, y la "otra" limusina, en la que todos terminamos entrando. Si has detectado eso, eres un crack, pues fue MUY sutil.

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  6. Un buen relato que explica como es ese día o mejor esa noche tan tormentosa, de seres que pululan con caras pintadas.
    Me he entretenido leyendote ,,
    un abrazo

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  7. fus: Ya lo ha dicho usted, algo debe pesar en la conciencia del protagonista. Eso explicaría las almas que lo atormentan. No sabremos si son reales o producto de su imaginación. Que bueno que le haya gustado y sería agradable verlo por aquí de nuevo. Ya me paso por su blog. Gracias por comentar.
    Juan Ojeda: Generar sensaciones en el lector es un logro. Sí, la soledad es el peor espectro, ese que despierta y agiganta los demás. Gracias por comentar.
    PájaroyOsoYLiebreyPez: Afortunadamente, aquellos a quienes no les atormentan las ánimas de media noche aún pueden disfrutar de una festividad alegre mientras otros se retuercen entre lágrimas. Gracias por comentar.
    moderato_Dos_josef: Es un honor ganarse tal posición, porque lo importante es complacer al lector con cada historia. Ya me paso por su blog. Gracias por comentar.
    Humberto Dib: Ojalá así sea. Es bueno saber que hay lectores a los que uno dirige lo que escribe. Y no estaba tan mal respecto a la limusina. Gran final de "El actor", justo del tipo que me gustan. Gracias por comentar.
    JValentina: Caras pintadas, con las que todos salen a interpretar, por una vez al año, el papel que nunca podrán ser. Que bueno que le gustó. Gracias por comentar.

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  8. Está buena el relato, sobre todo la parte de las campanadas eternas. Angustioso momento, me re enganchó.

    Me aburre un poco Halloween porque aparece en todos los programas de televisión y ni siquiera es una festividad de acá... pero de todas formas leí el relato.
    Es muy visual, está bien lograda la escena... se pueden ver los nenes disfrazados como si estuviera ahí.

    Saludos

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  9. Lucas Fulgi: Tampoco es una festividad propia aquí pero la fiebre nos invade un poco. Que bueno que le gustó. Gracias por comentar.

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  10. don Gerardo de Suecia: Saludo entonces desde Colombia. Gracias por visitar y comentar.

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