Democracia.
Si querían ser un grupo civilizado, si querían establecer una especie de
sociedad mientras estuviesen allí dentro, el líder debía ser elegido de esta
forma.
-Tiene que
ser un hombre porque tiene que tener carácter –propuso Jorge. Nadie objetó. Muchas de las mujeres no
estaban de acuerdo pero no se atrevían a contrariar a un hombre.
En poco
tiempo organizaron una improvisada urna y rasgaron las hojas de un cuaderno.
Cada uno escribió un nombre en el papel y luego lo depositó en la caja. El conteo de los votos fue casi
inmediato. Todos estaban nerviosos pues sentían que en realidad estaban
eligiendo el gobernante de su nueva sociedad, aquel que los guiaría en los
momentos de dificultad. ¿Acaso era correcto pensar así? Después de todo, el
ganador era un hombre más; y como todos, le temía a lo de afuera; como todos,
también sentía ira; como todos, podía equivocarse.
Alberto ganó
por una notable diferencia. Todos excepto Jorge se alegraron pues veían en
Alberto un símbolo de seguridad.
Los primeros
días no fueron mayor problema. Pero ahora que habían bloqueado las salidas de
la casa, limitando su espacio aún más, algunos se sentían incómodos. La comida
también era un tema preocupante. Tras el último balance, Alberto les había
dicho que tenían alimento para 5 días más. Había mentido. Les quedaba para 2
días máximo.
Sin embargo,
la mañana siguiente, Alberto se enteró de algo que lo puso entre la espada y la
pared. Descubrió que alguien había robado parte de la comida que tenían
almacenada. Y entonces no supo que hacer: Acusar a alguien podría desencadenar
una disputa, lo cual no era conveniente debido a la tensión que se vivía en
esos momentos. O podía ocultar lo ocurrido, aunque todo tenía que saberse en
pocas horas, cuando el alimento se acabase por completo.
Preocupado,
se acercó a su mujer, quizá la única persona del grupo en quien confiaba, y le
contó lo que había sucedido. Decidieron comentar inmediatamente el tema con los
demás. A pesar de solicitar control y respeto, la noticia genero una fuerte
discusión. Jorge se atrevió a acusar directamente a Teresa. Otros hombres
trataron de hacerlo retractar de lo que decía, hacerlo pedir disculpas por las
acusaciones sin fundamento. Él se negó y pronto la discusión llegó a los
golpes. Un ruido seco silencio al grupo. Todos dieron un paso atrás, excepto
Felipe, quien se quedó apretando sus manos contra el vientre mientras la sangre
comenzaba a manchar su camisa. Rafael, aún sorprendido, dejó caer el revólver.
Todos permanecieron en silencio alrededor de Felipe, quien comenzaba a
retorcerse de dolor hasta caer al suelo inerte.
Entonces
todos se dieron cuenta que lo de afuera, eso que tanto los atemorizaba, había
logrado entrar.
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