lunes, 9 de julio de 2012

¿Qué harías?


Iba manejando su carro a toda velocidad. Siempre había abusado de aquello. De alguna manera lo hacía sentir libre, lo hacía sentir mejor. Además no había mucho tráfico a esa hora, la autopista estaba casi vacía. Ignoraba por completo cualquier señal de autoridad, porque en ese momento se sentía único. Acababa de salir de una reunión y todo había salido como quería. El resultado había terminado por elevar su ego, y ahora se sentía invencible, inigualable, inmortal. Pero nada podría ser perfecto. Como si la suerte que rige el universo finalmente se hubiera percatado su alegría y su soberbia, el destino despiadado intervino en aquella noche. Una curva, un poco de velocidad y el hombre perdió el control del coche. Fue a dar directo contra un poste: una muerte segura. Pero todo se detuvo justo en el impacto. El parabrisas estallando en miles de pedazos, todos suspendidos majestuosamente en el aire, el capó del carro apenas empezando a doblarse, el poste levemente inclinado con las fracturas en el lugar del impacto y el auto inclinado hacia adelante, por la inercia. Todo perfectamente quieto excepto él. Su corazón latiendo salvajemente. Observó la atípica escena que lo rodeaba  y en pocos segundos se puso a llorar. “Así que he muerto. Así es estar del otro lado. Es así como la vida termina, en un instante eterno, en el que la realidad se congela cruelmente, para recordarnos la escena de nuestra propia perdición” Su mente se llenó de preguntas, mientras descubría el misterio de morir, el cómo del más allá.
Una voz lo sacó de sus pensamientos. Junto a la puerta del copiloto había un hombre, vestido de manera elegante. Llevaba un sombrero de copa y en su rostro resaltaba un tupido bigote. “¿Puedo?” fue lo único que dijo mientras señalaba la puerta del carro. El conductor le abrió la puerta y el misterioso hombre se sentó a su lado.
-No es lo que cree –dijo sin permitirle al conductor hacer ninguna de las miles de preguntas que tenía. –Este no es el más allá. Esto no es estar muerto. Pero algo puedo decirle. Es usted un hombre bastante afortunado; o su suerte es la peor de las desgracias. Como lo quiera ver. Y ya va a saber por qué se lo digo.
El breve discurso del hombre, junto con toda la situación eran por supuesto una situación demasiado inusual. El joven conductor no dejaba de llorar, pensando no solo en las circunstancias en las que estaba envuelto sino en toda su vida, en sus seres queridos, en lo feliz que se sentía hacía apenas unos minutos.
-El día de hoy –continuó el hombre sin mostrar el más mínimo interés por los sentimientos del joven –le traigo una especie de negocio. Es algo muy simple y solo nos tomará unos minutos en llevarlo a cabo. Le diré en qué consiste. Como verá, usted está a punto de morir y no hay nada que pueda hacer, al menos por sus propios medios. Pero para eso he venido. El trato es el siguiente. –Mientras hablaba, el hombre abrió una caja de madera que tenía sobre las piernas. Dentro de esta había únicamente un botón rojo.- Este botón es algo así como la firma sobre el papel de nuestro negocio. Deberá usted decidir. Si lo oprime, salvará su vida, pero a cambio otra persona que usted no ha conocido morirá en el mismo instante. Tiene solo 5 minutos para decidirlo.

11 comentarios:

  1. La idea de este relato estás basada en la película "The box", la cual presenta un concepto similar. En esta, a los protagonistas les ofrecen una suma de dinero por oprimir un botón, sabiendo que si lo hacen, alguien morirá. Con el relato quise poner en juego algo más valioso que el dinero dentro del trato. Tengo en mente 2 finales (obvios) para el relato.
    P.D. Recomiendo la película, me pareció muy buena.

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  2. un trato con el diablo no es precisamente mi manera de pensar en continuar viva. Ahora y desde aquí, en mi escritorio y sin correr ningún riesgo digo que no, que no apretaría el botón rojo, no señor, de ninguna manera

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    1. Ese es un aporte muy válido. ¿Qué tanto cambia el valor de nuestra propia vida, estando sentados en un escritorio, seguros y sin riesgos, frente a estar al filo de la muerte?

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  3. A diferencia de Laura, tras leer tu relato, directamente he pensado: egoistamente, sí apretaría el botón. Ahora que ya he ido al blog de Laura y han pasado unos segundos, además estoy escuchando a mi presidente hablar en el Congreso... reconduzco: apretaría el botón pero con la condición de no llegar a saber quien es la persona que ha muerto por mi causa, ni conocer el ambiente y las amistades que esta otra persona tenía... algo retorcido, para no sentirme culpable.

    :)

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    1. Seguramente habrá sentimiento de culpa por el hecho de haber apretado el botón. Pero no conocer a la persona implicada puede servir de consuelo e incluso con el tiempo se llegue a olvidar. Seguro que le gustará el final que tengo en mente para esta historia.

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  4. Me gusta la parte del relato a partir del choque... Es muy interesante la idea del tiempo que se congela en un instante, y lo que una persona puede pensar en esos momentos en que en la vida real uno actua por reflejo.

    ¿Me permitís un comentario? Quizá (y digo qiuzá porque le di una leída sola y puede ser que después cambie de opinión) hubiera estado bueno que empezara por ahí y lo de la reunión y eso aparezca pero en flashback.

    ¿Qué haría? Creo (y claro, "creo" porque no estoy en esa encrucijada) que no apretaría el botón. No solo por la otra persona, también egoístamente hablando sería duro vivir con la muerte de otra persona a cuestas.

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    1. Eso es ser egoístamente bueno. Pero no apretar el botón sería morir con la propia muerte a cuestas, si se piensa en el dolor de todos los seres queridos.

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    2. Es lo mismo... la otra persona, hasta donde yo sé, también tiene seres queridos. En general es así, si no ya empezás a poner condiciones a la respuesta.

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  5. Intenso...
    Creo que no apretaría el botón, por un montón de cuestiones personales que me surgen en este instante. Sin embargo, si muriera a causa de alguien que si apretó el botón, sería otra historia muy interesante...
    Espero el final, un abrazo.

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    1. Pero seguro que también hay razones personales para apretarlo, ¿no?

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    2. Usted me da vuelta el comentario, Camilo... Jejeje... Pero sí, también hay innumerables razones personales para apretarlo... Para mi suerte, quien tiene ese dilema en estos momentos es el protagonista de esta historia.
      Espero que al final haga lo mejor para él.
      Un abrazo.

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