lunes, 22 de agosto de 2011

El extraño


Se paró frente a la ventana. Desde allí podía ver los carros de la ciudad. Podía ver las personas. Parecían pequeñas figuritas, juguetes que se movían de un lado para otro afanados. Todos tenían un destino. Algunos iban al centro de la ciudad, a trabajar probablemente. Otros se dirigían a las afueras, a los sectores residenciales. Todo el mundo parecía  saber a dónde tenía que ir. Pero él, desde su apartamento en el piso 13, no tenía ni idea de su destino. Pasaba horas pensando, pero nunca llegaba a una conclusión. No se refería a destinos de corto plazo. Sabía que en las mañana debía ir a su trabajo. En las tardes regresar a su hogar. Sabía que al sentir hambre, debía ir a la cocina. Pero no sabía cual era su destino final. No sabía hacia donde iba su vida. Y en ese mundo acelerado, donde todo funcionaba como una máquina perfecta, se sentía extraño, ajeno. Incluso el sol tenía un destino: Salir cada mañana por el este, esconderse por el oeste. Todo era una gran máquina. Nada pensaba. Todo se movía al ritmo de una orden central. Al menos así le parecía. Pero él no encajaba. No lograba entrar en ninguna función. No lograba mantener un trabajo por más de dos semanas. Siempre se perdía en su mente, divagando, buscando su función. Y entonces era despedido, por no cumplir sus labores.
El movimiento de la ciudad tras la ventana se aceleraba. Comenzó a sentirse mareado. Se alejó y se sentó en una silla cercana. A su lado, en una mesita había una libreta. En ella, cada día, anotaba lo que pensaba. Era como un rompecabezas. Cada día narraba una idea diferente. No se dedicaba a escribir un diario ni una bitácora. Solo anotaba lo que opinaba. Trataba de reunir ideas hasta tener suficientes pistas y entonces lograr descubrir cuál era su función en el mundo. Ésa era la duda que lo atormentaba. Como todos los días, leyó la libreta desde el principio, y como siempre, no pudo deducir nada. Se acercó de nuevo a la ventana, sosteniendo la libreta. Comenzó a escribir las ideas que le correspondían a ese día. Terminó. Guardó el librillo en su bolsillo y dejó que su mirada se perdiese en el paisaje que tenía al frente.

5 comentarios:

  1. Debo decir que estando en la universidad, me queda poco tiempo para escribir. Así que por el momento el blog ha pasado a segundo plano. Sin embargo trataré de seguir escribiendo lo más segudi posible.
    Para hoy traigo una historia que tendrá finales alternativos (recordando la petición de "Pobreantena" en una entrada más antigua en este mismo blog). Espero que les guste. Al final los ivnito a opinar, sobre cual ha sido el mejor y el peor final. Los finales los subiré en el transcurso de esta semana.

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  2. Creo que la imagen de ese protagonista nos representa a todos. Ninguno tiene la certeza del lugar al que se dirige, pero muchos sabemos disimularlo bien ja.
    Pienso que algún día esas páginas le mostrarán su vida y con suerte, que será de ella.
    Un abrazo!

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  3. Bueno, me dispongo a leer los cuatro textos. Este y sus tres finales alternativos, así que voy comentando de a uno,

    En principio me gusta mucho como narrás; es atrapante y muy claro, eso no es poco para nada. Me parecio muy "literaria" la sensación del personaje:
    Todos tienen una respuesta, un lugar a donde ir. Mientras él observa desde las alturas y anota esbozos buscando una respuesta. De algún modo, eso le sucede a los escritores, somos constructores de preguntas, de posibilidades más que de respuestas concretas,
    y quizás eso sea lo más hermoso de nuestra labor. Buenísimo relato Camilo, voy al otro.

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  4. Más que interesante. Me recordó a esto:

    "Han visto a los demás hombres en los cafés, en las bodas, en los entierros. De vez en cuando, presos en un remolino, se han debatido sin comprender qué les sucedía. Todo lo que pasaba a su alrededor empezó y concluyó fuera de su vista; largas formas oscuras, acontecimientos que venían de lejos los rozaron rápidamente y cuando quisieron mirar, todo había terminado ya".

    (Jean Paul Sartre, "La Náusea")

    Saludos

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  5. Horacio Beascochea: Vaya! Asimilarme aún un poco a un gran autor como lo era Sartre, eso si que es un orgullo. No he leído La Náusea pero sin duda es algo que tengo que hacer pronto. Gracias por comentar. Espero verlo de nuevo en este blog.

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