viernes, 13 de mayo de 2011

Fuga existencial (Parte 3)

El día siguiente fue una total agonía. Desde que despertó, estuvo totalmente ausente. Su mente solo pensaba en una cosa: ¿Qué ocurriría aquella tarde? Pensaba en la mujer que tanto odiaba, pero no encontraba una razón. Le resultaba extraña esa relación, si es que podía llamarse así, que había llevado con ella. Sentía como si la conociese de siempre. Sabía que la había apreciado. Era especial. Pero poco a poco había empezado a volverse molesta. Era como si su existencia fuera un estorbo que no le daba tranquilidad.  Era una sensación agobiante, pensar que si iba al café, ella iba a estar allí, siempre encontrándose con su mirada. Quería detener ese enfermizo nexo. Sabía que solo su muerte le podía dar el sosiego que tanto anhelaba.
Se sorprendió notar que sus manos se habían cerrado en puños y las apretaba tan fuerte que casi se hacía daño. ¿Tanto la odiaba? Trató de calmarse un poco, pues sabía que debía ser prudente. No quería levantar sospechas que llevasen al fracaso de su plan.
La tarde llegó luego de un día que había parecido eterno. Sin embargo, mientras caminaba hacia el café, reflexionaba un poco. Y le parecía que, después de todo, su relación había sido muy corta, como un fugaz relámpago.  Pero los pasos iban acercando más el momento inminente. Pronto perdió toda noción de su alrededor. Su corazón parecía un animal descontrolado en su pecho. Le parecía escucharlo como un enloquecedor tambor, exhortando  su mente a ese frío acto que se disponía a hacer.
Y en menos de lo que esperaba, ya estaba allí, frente al café. Pero sus nervios traicionaban su cuerpo. Así que decidió sentarse para tranquilizarse un poco. Extrañamente se sentó en la misma mesa de siempre y casi por instinto dirigió su mirada a ese lugar. Y allí estaba, la misma mirada inquietante e impasible. No era que esperase no encontrarla allí. Extrañamente, sabía que ella iba a estar. De repente ambos rostros estaban sonriendo. El de ella, como si se burlase de lo que se disponía a hacer y el suyo un tanto irónico, al ver que ella estaba viendo directamente a los ojos a su verdugo. Por varios minutos las miradas estuvieron en total sincronía. Fijas una en la otra, ninguna sin intenciones de ceder. Su corazón cada vez más rápido y estremecedor. Un vacío en el vientre, de temor ante el final que se disponía a darle a la existencia de su relación. Toda su aventura inicial, tal como lo temía, iba a terminar en una catástrofe. Decidió que era el momento. Mientras mantenía su rostro impávido, deslizo cautelosamente su mano hacia el bolsillo hasta encontrarse con la fría cuchilla. La sacó y la sostuvo bajo la mesa. La sentía pesada, pero era algo casi psicológico, al  notar que todo se descargaría en el filo de aquella navaja. La acarició un poco, como si eso fuese a tranquilizarla.
Se paró de la mesa y por un momento perdió de vista a su víctima. Pero sabía dónde estaba. Caminó hacia adentro, buscando el lugar donde la había visto siempre. Se estrelló con un hombre y por poco cae al suelo. Pero se apoyó con una mesa y apretó más la cuchilla, queriendo asestarle el golpe al ser que acababa de pasar. Pero se contuvo y prosiguió en la dirección que quería. Dio incontables pasos antes de llegar allí. Y se encontró de frente con ella, sus miradas llenas de odio. Sin siquiera detallarla más envió el golpe mortal. Cerró los ojos y aturdida por la ira golpeo una, dos, tres y más veces hasta que su cuerpo no pudo más. El momento fue demasiado rápido. El ruido de un espejo que se hacía añicos mientras sentía la mortífera frialdad de su cuchilla clavarse en su propio vientre, terminado con su propia vida, librándose al fin de esa existencia que tanto la había agobiado. Pronto sintió tranquilidad. El dolor era apenas perceptible. Sus piernas sucumbieron y se desplomó. Pero no sintió nada. Estaba satisfecha por haber logrado lo que quería. La apacible muerte borró el bullicio del lugar. Abrió los ojos y sonrió, mientras la niebla del fin engullía todo.
Una confundida multitud se reunió curiosa y temerosa alrededor de la mujer que acababa de suicidarse.  Pero ella por fin tendría paz.

2 comentarios:

  1. Muy bueno el cuento, me gusto, entretenido tu blog.
    Saludos.
    Marina Rojas.

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  2. Que bueno que te haya gustado el cuento. Gracias por visitar el blog.

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