lunes, 9 de mayo de 2011

Fuga existencial (Parte 2)

El día siguiente transcurría tan normal como siempre. Parecía que su aventura había sido un sueño. No quedaban vestigios de ello en la monotonía que había querido romper; y sin embargo apenas lo notaba. Ya no sentía la desesperación, ya no percibía su vida como una celda sin salida. Después de todo, el incidente del día anterior había cumplido su función.
Esa tarde regresaba a su casa por el camino que había seguido usualmente. Sus pensamientos absorbían su concentración y apenas percibiendo la realidad, iba repitiendo poemas, como acostumbraba. De repente se detuvo y se dio cuenta del lugar donde estaba. Sintió desconcierto. Estaba junto al café, en la misma plaza que había estado el día anterior. Sintió náuseas, por lo que decidió sentarse solamente por un momento y tomar tal vez un vaso de agua. Notó que estaba en la misma mesa que antes. Llegó lo que había ordenado. Sus manos temblaban y un sudor frío le corría por la frente. Advirtió que tenía miedo del cambio y lo que acababa de hacer era precisamente eso. No quería volver sus visitas algo habitual. Quería su antigua vida. Se tranquilizó. Era solo una visita a un café. No había nada de malo en ello. Ordenó un café. Decidió que debía disfrutar un poco del ambiente. Sacó un pequeño libro que llevaba en su bolsillo y la realidad a su alrededor desapareció tras las primeras páginas.
El mundo regresó cuando el mesero trajo lo que había pedido. Levantó su mirada del libro y fue cuando la vio. Allí estaba ella, la misma mujer que había visto el día anterior, sentada en la misma mesa, mirando directamente a sus ojos. Le pareció muy extraño. Ya no era divertido. Pero no se permitió perder el control. No quería desembocar el miedo, pues le agradaba el lugar y sabía que sucumbir ante el pánico daría un final definitivo a sus visitas. Regresó a su libro. Eventualmente miraba a la mujer y siempre se encontraba con sus ojos.
Nuevamente las luces del ocaso se esfumaron en la noche y bajo este cielo regresó a su hogar.
Esperó con ansias la tarde del día siguiente. Esta vez su regreso al café fue voluntario.  Sacó el mismo libro y eligió la misma mesa en la que había estado en sus visitas previas. Pero ocurrió de nuevo. No había abierto el libro cuando vio de nuevo a la mujer. Y como siempre sus ojos se encontraron. Trató de sostenerle la mirada pero no parecía ceder. Finalmente tuvo que quitar su mirada, sintiendo humillación e inquietud. Inesperadamente sintió fastidio. Odiaba a esa mujer. La detestaba por estar allí, por encontrar su mirada perturbante. La quiso mirar una vez más pero fue incapaz. Se paró sin terminar su café y corrió a su casa.
Allí sacó el libro del bolsillo donde acostumbraba llevarlo y en lugar de este metió un cuchillo.

3 comentarios:

  1. tenés muy buena prosa che!

    te recomiendo a mi super premiado amigo escritor Neto, seguramente te va a cautivar su blog.
    http://netomancia.blogspot.com/

    gracias por visitarme
    saludos
    Marcos

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  2. ex-centrico: No entiendo que significa.

    Marcos Severi: Gracias por visitar. Me he pasado por netomancia y en verdad tiene muy buenos textos. Gracias por la recomendación.

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