domingo, 18 de septiembre de 2011

Encuesta

Los invito a votar en la encuesta que se encuentra en la parte derecha del blog. Quiero conocer la opinión de los lectores ya que participaré en un concurso de relato. En caso de elegir la opción "otro", pueden dejar el nombre del relato en los comentarios de esta entrada. Gracias.

lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Sociedad o lo de afuera? (Parte 2)


La mayoría de los invitados se fueron antes que el sol se ocultase ese día. Quienes se quedaron en la casa, aún permanecían encerrados allí. Los recién casados ya estaban en camino a la estación. Todos los que se habían quedado eran,  posiblemente los amigos más cercanos a Felipe.
Era de noche. Los hombres estaban en el salón, hablando de política, de fútbol, de dinero. Las mujeres, sesgadas por normas que no estaba escritas en ninguna parte, pero que permanecían arraigadas a la sociedad de ese pequeño pueblo, estaban en el patio de atrás, junto al estanque.
Lázaro y Teresa esperaban en la cocina. Ella salía periódicamente para atender las necesidades de los invitados y para reponer el alcohol, que le parecía, se bebían como si fuera agua.
El tiempo avanzaba velozmente y lo profundo de la noche se acercaba cada vez más. Una densa niebla cubría la casa. Luis, que ya se sentía un poco mareado, decidió salir al frente de la casa, para tomar un poco de aire. Era una noche de invierno. El frío rodeó su cuerpo en poco tiempo. Se sentó en una banca de piedra en el parqueadero. El hipnótico movimiento de la llama en un farol lo arrulló. Poco a poco el sueño se apoderaba de su mente. A pesar que el cansancio y el vino entorpecían su mente, recuperó la lucidez al ver lo que había al otro lado de las rejas que separaban la mansión de la calle. Estaba aterrorizado por lo que veía. Por unos instantes perdió el control de su cuerpo. Se recuperó cuando dejó de verlo, pues las rejas terminaban y se convertían en un majestuoso muro blanco que se extendía hasta el portón principal. Sin pensarlo, corrió hacia allí y cerró la entrada a la mansión. Luego entró a la casa gritando. En poco tiempo todos estaban a su alrededor, escuchando su relato. Al final, solo sabían una cosa: no sabían cómo vencer y por lo tanto era necesario permanecer dentro de la mansión todo el tiempo que fuese necesario.
La confusión se apoderó de la multitud. Todos hablaban al tiempo. Algunos pensaban en escapar, salir de la casa y alejarse tan rápido como fuese posible, pero el temor de tener que enfrentarse allí afuera era demasiado y por eso nadie se atrevió siquiera a salir al patio, para revisar que sucedía.
Una decisión casi unánime los desplazó a todos al salón principal. Ya era tarde. Todos se sentaron en sillas, sofás o en el suelo y poco después se quedaron dormidos. La mañana siguiente fue testigo de los primeros indicios de la locura que se apoderarían poco a poco del grupo.  Los habitantes se despertaron con hambre.  Los restos de la fiesta, junto con la comida en la cocina serían suficientes para el pequeño grupo.  Sin embargo, los más sensatos notaron que la comida disponible no podía durar más que un par de días. ¿Qué pasaría si entonces aún no pudiesen salir? Obviamente era necesario establecer un control en este aspecto. Fue Rafael quien se atrevió a enfrentarse al grupo mientras la mayoría se abalanzaba sobre el alimento, luchando como bestias por obtener los mejores trozos.
-¡Deténganse! ¿Qué acaso no ven que parecen animales? No podemos malgastar nuestro alimento de esta forma. ¿Alguien sabe cuánto tiempo estaremos aquí?
Nadie parecía reaccionar. Los instintos, por encima de la cordura, estaban dominando sus mentes. Un ruido en el exterior fue lo único que acalló al grupo. Era ahora el miedo quien se encargaba de devolverles la sensatez. Sin siquiera haberlo acordado, la misma idea cruzó por la mente de todos: Debían permanecer quietos y en silencio si querían estar a salvo.
Por un instante que pareció eterno, nadie hizo el más mínimo ruido o movimiento. Solo al final, cuando los palpitantes corazones parecían querer escapar de sus pechos, cuando los nervios hacían insoportables la inmovilidad, todos regresaron tímidamente a sus facetas de seres humanos racionales. Entonces notaron lo que habían sido unos momentos antes, cuando habían perdido el control de sus mentes. Concertaron en que debían establecer un orden al grupo eligiendo un líder sensato que estableciese unas normas que ciñesen su comportamiento dentro de los límites de cultura y civilización.

Agradecimiento: Tu corazón es mi premio.





No me gusta tener que poner esta entrada justo ahora, cuando tengo un relato empezado que va a quedar cortado. Pero no me aguanto agradecer por el primer premio que recibe este blog. En realidad no lo mereció por bueno. Fue sólo casualidad. Pero es un permio después de todo y no está demás la gratitud.
La frase de la  imagen me parece algo rara, pero me gusta el sentido que tiene. Nunca se me había ocurrido algo parecido y me parece que tiene un tinte humorístico.
Sin dar más vueltas, explico las bases del concurso: Agradecer a quien me dio el premio y luego extender el premio a los últimos 10 comentarios del blog.
Gracias Juan Ojeda por el premio. Lo he leído poco pero me ha gustado su estilo. Estoy a la espera de una nueva historia que pueda empezar a leer desde el comienzo. Por ahora aprovecho para recomendar su blog a los demás lectores.
Extiendo el premio a los últimos 10 comentarios:
-MJ
-Irene Olmo

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Sociedad o lo de afuera? (Parte 1)


-¡Ha logrado pasar el muro! Estoy segura. –Dijo Isabel, casi llorando -Alcanzará la puerta en cualquier momento.
-No puede ser posible. ¿Lo ha visto usted? –Le respondió Alberto, mientras trataba de calmarla
-No. Tan sólo lo he sentido. Pero estoy segura que era…
-Tranquilícese –interrumpió Alberto – Le creo. Por ahora, si queremos estar seguros, debemos bloquear la puerta. De ahora en adelante nadie podrá salir al patio. Nos mantendremos aquí adentro hasta que todo pase. Reúna a todos en el salón, para contarles la mala noticia.
En poco tiempo, mientras Isabel llamaba a todos los demás, Alberto, con ayuda de José y Felipe, instalaron una barricada de muebles contra la puerta principal de la mansión. Luego, utilizando las tablas de las camas, taparon las ventanas de toda la primera planta. La única otra salida, una pequeña puerta en la cocina que daba al patio trasero, también fue bloqueada con otra pila de obstáculos. Al menos así evitaban que lo que había afuera entrara a la casa, o al menos retrasaban tal suceso, que tanto temían todos.
En el salón estaban todos los habitantes de la mansión. José, el dueño del aserradero, junto a su esposa Claudia. A su lado, en un envejecido sofá estaban sentados Felipe, el notario y su mujer Amanda, Jorge, heredero de una fortuna construida por su padre, con su novia Pilar. Luego estaban Luis y Rafael, hermanos y dueños de 100 acres de tierra, donde se instalaban sus compañías lecheras, ganaderas, agricultoras y demás. Eran quizá los hombres más ricos de la región.  Junto a ellos se sentaban sus esposas, Victoria e Isabel. Finalmente estaba sentada Inés, mujer de Alberto, quien en ese momento, parado frente al grupo se disponía a hablar. A su lado estaban Lázaro, el mayordomo y Teresa, la criada, silenciosos, curiosos y dispuestos a colaborar como siempre.
-Ha logrado pasar el muro –Comenzó Alberto mientras el silencio se apoderaba de la habitación y veía como sus palabras caían como flechas que asesinaban la esperanza de todos- Ha sido Isabel quien lo ha notado. Por eso hemos cerrado todas las entradas. De ahora en adelante, queda prohibido salir al patio. Nuestras actividades cotidianas se limitarán al interior de la mansión.
Quejas, reclamos, llanto y desesperación fueron las cosas que sobrevinieron al breve pero devastador discurso. A todos les resultaba absurdo y casi imposible reducir sus vidas, reducir el espacio al interior de una casa. Convivir tantas personas en un lugar tan limitado era imposible.
Todo había empezado unas horas antes. No llevaban allí más de unos días, pero las cosas habían cambiado hasta un punto que resultaba increíble. Estaban a punto de presenciar los efectos de su corta pero enloquecedora estadía.
Algunos días antes, se celebraba el matrimonio de una de las hijas de Felipe. Para ello, que mejor manera que invitando a los personajes de la más alta sociedad, los más adinerados del pueblo, a una fiesta de lujo en una ostentosa mansión. Esa tarde, envidia, derroche y orgullo se habían mezclado con el humo del tabaco y el alcohol, dando lugar a una extraña fiesta de apariencias, falsas máscaras de dignidad y elegancia. Nadie sabía que esa misma noche, las circunstancias iban a reducirlos a una manada de animales, un grupo de hombres primitivos, a las puertas del descubrimiento de algo que se llama sociedad.